Philippe Bunau-Varilla

A los pocos días de nuestra separación de Colombia, el 13 de noviembre de 1903, Bunau-Varilla se presentó en la Casa Blanca ante el presidente Theodore Roosevelt como si fuera el “Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Panamá” ante el Gobierno de los Estados Unidos para firmar el Tratado del Canal, algo que no era del todo cierto. Si bien recompensamos su ayuda complaciéndolo con su petición de que lo nombráramos nuestro representante ante aquel gobierno, se estableció que solo realizaría “negociaciones políticas y financieras» limitadas, según un telegrama que recibió el 6 de noviembre la Junta de Gobierno panameña. Además, él no pudo haber presentado a Roosevelt una acreditación con semejante poder absoluto porque Manuel Amador Guerrero y Federico Boyd, este último pariente de mi esposa Dorita, viajaron a Estados Unidos como comisionados del recién formado gobierno provisional para evaluar el acuerdo canalero, que estuvo listo el 15 de noviembre. Llevaban además las credenciales de Bunau-Varilla, quien se había comprometido a esperarlos para revisar el documento que se firmaría y cambiar lo que ellos consideraran necesario.

Sin embargo, cuando supieron que la comisión panameña había llegado a Nueva York y estaba camino a Washington, ejecutaron una vergonzosa componenda para adelantar la firma. Bunau-Varilla habría dicho al Secretario de Estado norteamericano, John Milton Hay, que era indispensable tener un tratado “tan bien adaptado a las exigencias norteamericanas, que desafiara cualquier crítica del Senado». Conscientes de lo inaceptable de su contenido para los panameños, sobrevino la certeza de que ni Amador ni Boyd se prestarían para concretar algo que a todas luces nos convertía prácticamente en un protectorado de los Estados Unidos.  Así que, a las 6:40 p.m. del 18 de noviembre de 1903, en la casa de Hay, a pesar de que no tenían la designación oficial del “Enviado Extraordinario”, el Secretario de Estado y el francés refrendaron la perpetua “Convención del Canal Ístmico”, mejor conocida luego como el “Tratado Hay- Bunau Varilla”. Dos horas después, llegaron a Washington Amador y Boyd, quienes a pesar de la sorpresa y el desencanto se mantuvieron con la esperanza de que no todo estaba perdido porque aún faltaba la ratificación. Pero una vez más, se impusieron las malas jugadas y se consumó una especie de matrimonio, ¿por conveniencia?, entre una niña recién nacida, la joven República de Panamá, con un veterano y ¿malintencionado? anciano, el Tío Sam. Por nosotros firmó un extranjero cuya única prioridad era ayudar a los franceses a quitarse de encima la bruja que les salió* durante la construcción del Canal. Por eso, cuando Omar Torrijos firmó junto a Jimmy Carter el Tratado que nos regresó nuestra soberanía sobre la vía interoceánica y sus áreas conexas, recordó que aquel primer acuerdo NO fue firmado por ningún panameño. Surgió de una vil treta.

* En Panamá decimos “te salió la bruja” cuando todos los imprevistos que podían ocurrir suceden y todas las cosas que podían salir mal lo hacen.