
Recordemos que en la década de los 90 esta organización ganó gran peso como rectora de los intercambios comerciales de carácter internacional. Entre su origen – el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, más conocido por sus siglas en inglés GATT – y evolución se incorporaron por primera vez al “sistema multilateral de comercio” varios temas que hasta 1993 había estado excluidos; como el comercio de servicios, la agricultura, los textiles y la propiedad intelectual.
El trámite de adhesión a la OMC siempre ha sido complejo. Comienza con la creación de un “Grupo de Trabajo” encargado de examinar el régimen de comercio del país interesado y se acuerdan con él las condiciones particulares de su incorporación. Además, sigue un proceso de negociaciones bilaterales del país aspirante con cada uno de los miembros de la OMC que lo solicitan, y que le plantean sus propias exigencias. El resultado es que la adhesión queda condicionada a un consenso que satisfaga a todos los miembros ya integrantes de la Organización. Si quiere conocer más sobre este proceso, clic aquí.
Esta metodología es la razón por la que detrás de cada nuevo ingreso habitualmente se genera una polémica interna en el país que aspira a ser miembro de la OMC. Es natural que los actores económicos del nuevo miembro sopesen ventajas y desventajas. Panamá, que tuvo que negociar durante unos dos años, no estuvo exenta de controversia.
“Nuestro objetivo final es el consumidor“, señaló a principios de octubre de 1996 la entonces ministra de Comercio e Industrias Nitzia Villarreal al explicar a medios locales y extranjeros los motivos que tuvo el gobierno de Pérez Balladares para negociar aceleradamente el ingreso del país a la OMC. Ella destacó que, entre otras ventajas que tendría Panamá con su incorporación, era la compra de materias primas importadas a precios más bajos. Esto permitiría “que se produzca a menor costo y que se pueda tener excedentes para exportar a niveles competitivos“, dijo Villarreal.
Para ser aceptado en la OMC Panamá debió negociar la rebaja de 3.000 partidas arancelarias -que en algunos casos llegaban a 300% – hasta un piso mínimo de 40 por ciento, con el compromiso de bajarlas a 30% en un plazo no mayor de cinco años, explicó a la prensa la ministra. Otras partidas arancelarias, como pollos, maíz, café, arroz, azúcar, cerdos, tomates y derivados, cebolla, papa, productos lácteos, cigarrillos, cerveza, sal y alcoholes, mantendrían por 10 años retenciones por encima de 40%.
Tanto Villarreal como los productores panameños coincidían que, aunque el ingreso a la organización significaba “un sacrificio” para el fisco y la producción nacional, era la única forma de evitar que Panamá quedara aislado de todos los procesos de integración que se perfilaban en la región. Si no se entraba al tablero de la OMC, los inversionistas locales no tendrían mercados donde colocar sus productos.
Al finalizar el periodo presidencial 94-99, algunos actores económicos daban su balance del camino recorrido.
«El sector empresarial, industrial y comercial del país coincide en dar una calificación positiva a la política económica de Ernesto Pérez Balladares, aunque destaca el trauma y costo de este logro que fue y será tan debatido«, era el primer párrafo de un artículo titulado Evaluación y Recomendaciones, publicado por el Panamá América en 31 de agosto de 1999.
Para ese análisis fue entrevistado el entonces el presidente de la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, Manuel José Paredes. Él restaba importancia a las fuertes críticas que algunos sectores hicieron sobre la rebaja arancelaria y las condiciones para el ingreso del país en la OMC, pues consideraba que era un paso necesario si se quería adecuar la economía panameña a las demandas futuras en el mundo.
El presidente Pérez Balladares le dio «elegancia y prestancia» al país al colocarlo en el marco internacional, y lo ayudó a cambiar la imagen negativa que lo marcó en la década del 80, señalaba Paredes.
Otra de las consultadas fue la presidenta del Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), Nivia Rossana Castrellón. Aunque tenía la impresión de que no siempre se hicieron las consultas necesarias con algunos sectores, coincidía en que muchas de las medidas económicas aplicadas en ese quinquenio fueron imprescindibles para la modernización del país. Eso incluía la adhesión a la OMC, a pesar de algunas desventajas para Panamá. A su manera de ver, Pérez Balladares tuvo que tomar las decisiones que otros debieron adoptar 20 años atrás, por lo que su aplicación fue más dolorosa.