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Servicios: El problema es el Ente Regulador

¿Cliente o rehén? ¿Fracasó el modelo de empresas mixtas? No, falló la capacidad de regulación.

¿Cliente o rehén? ¿Fracasó el modelo de empresas mixtas? No, falló la capacidad de regulación.

Los años pasan y el debate continúa en torno al tema de las mal llamadas privatizaciones del sector eléctrico y telefónico en Panamá. La discordia se centra en la insatisfacción de los usuarios de estos servicios con las tarifas que deben pagar. Una sensación de abuso en la facturación e indefensión ante el actuar de estas empresas están sobre la mesa; sin que hasta ahora se perciba la toma de decisiones gubernamentales para equilibrar las cosas. En ese escenario, naturalmente, al presidente Ernesto Pérez Balladares se le suele preguntar si cree que falló el proceso de corporización de estas empresas que emprendió en su gobierno.

Al final de este artículo, ponemos a su disposición una recopilación de las intervenciones televisivas más destacadas del Dr. Pérez Balladares en diferentes épocas en relación con el delicado tema. Antes, dejamos el extracto que el exmandatario dedicó sobre el asunto en su autobiografía El Panamá que construimos:

Regulación

«Es imposible negar que nuestro modelo híbrido para la reestructuración de las empresas públicas generó grandes ingresos para el Estado y que los principales beneficiarios hemos sido todos los panameños. Hoy día contamos con una economía moderna que nos da posibilidades de crecer, si así lo queremos. Cuando estábamos a las puertas del siglo XXI, el Estado no tenía los recursos suficientes para, por ejemplo, invertir en electrificación. ¿Crees que la infraestructura comercial y residencial del país hubiera podido crecer como lo hizo con el antiguo IRHE?  Cuando comenzó mi administración solo existían dos países en la región que no tenían celulares: Haití y nosotros. ¿Estás seguros de que con el INTEL se hubiera logrado la fibra óptica que hoy día pasa por Panamá y es vital para las operaciones de nuestro hub internacional?

En el caso específico de las telecomunicaciones, además de tener una envidiable red de comunicación, el Estado sigue siendo dueño del 49% de la empresa, por lo que recibimos dividendos. Mejor aún, sin poner un centavo, también somos dueños del 49% de las nuevas inversiones. Por otro lado, los trabajadores conservan su 2% de acciones. La ganancia para todos los socios ha sido muy buena, a pesar de que ahora nuestra empresa mixta comparte el mercado con otras compañías que se animaron a invertir en el país apenas desapareció el monopolio del INTEL. Si sumamos los impuestos que recibimos por las operaciones de este sector, entonces solo podemos concluir que, desde el punto de vista financiero, ha sido un buen negocio para Panamá. Lo mismo puedo decir de la empresa eléctrica, a pesar de las muchas quejas y críticas que este sector recibe hoy en día.

Sin entrar a justificar nada, porque muchas de las deficiencias no tienen excusa, me parece importante señalar que los aspectos negativos presentes hoy tienen que ver, por un lado, con que las compañías no siempre están a la altura de las expectativas de los usuarios. Y, por otra parte, a la gran incapacidad del Ente Regulador de los Servicios Públicos. Desafortunadamente, después de mi administración se desvaneció el entendimiento del rol que tenía que cumplir y que dejamos muy claro en la Ley 26 de 1996. Eso lo vimos en diciembre de 1999 cuando la empresa telefónica incumplió con las metas de calidad con las que se comprometió. Por eso debía pagar una multa grande, pero se la perdonaron. Así fue como poco a poco se fue desfigurando la entidad cuya única razón de ser es promover y facilitar la competencia, así como proteger los intereses de los consumidores y usuarios respecto al precio y la calidad de los servicios. Lo más risible es que en algún momento trataron de remediar el entuerto con una reestructuración mediante el Decreto Ley No. 10 del 22 de febrero de 2006. En la práctica eso solo le dio un nuevo nombre: Autoridad Nacional de los Servicios Públicos. La incapacidad continuó in crescendo y los resultados están a la vista de todos.

Por eso, siempre que me preguntan, insisto en que el tema debe revisarse a profundidad. Es inaceptable que prácticamente estemos como en los años 20 cuando se estableció el reglamento de inspección de medidores de electricidad que en nada garantizaba el derecho de los consumidores. Peor aún, como a finales de los años 50 cuando teníamos una “Comisión Nacional de Energía Eléctrica, Gas y Teléfono” para regular y fiscalizar las empresas que prestaban esos servicios, pero que no ejercían a plenitud sus funciones porque prevalecían los intereses de la Compañía de Fuerza y Luz que en aquellos tiempos estaba completamente en manos privadas.  Fue para 1974, en pleno periodo nacionalista, que el IRHE asumió esa responsabilidad; pero no tenía mucho sentido porque el Estado mantenía un monopolio en este sector, al igual que con las telecomunicaciones con la creación ese mismo año del INTEL. Donde no hay competencia, no hay calidad. Simple.

Este último señalamiento es justamente lo que ha ocurrido con una parte del sector eléctrico. Debo reconocer que en buena medida fue nuestra responsabilidad porque no logramos implementar plenamente la transformación planeada. Me explico. Esta industria tiene tres áreas: 1.- Generación, en la que permitimos que funcionaran empresas mixtas, empresas 100% privadas y también 100% públicas. 2.- Transmisión, que es como una autopista por donde tiene que viajar lo que se genera y está bajo el dominio exclusivo del Estado a través de ETESA. 3.- Distribución, que es la prestación del servicio al usuario final, donde se registra la mayor inconformidad de la gente. De nuestro proceso de reestructuración salieron tres empresas mixtas: una en Chiriquí, otra en Provincias Centrales y una en la parte norte de Colón. Inicialmente quisimos que los consumidores pudieran escoger su prestador de servicio. Eso significaba que la red de distribución de las ciudades debía estar en manos del Estado a través de ETESA, y entonces al Estado le tocaba cobrar como un peaje por usarla. Pero, por falta de tiempo, el servicio se dividió geográficamente entre las empresas mixtas y como resultado lo que tenemos ahora son rehenes en vez de clientes. En este escenario, tal vez algunos gerentes de estas empresas digan algo así como “Al que no le gusta la electricidad que le venden, que use guaricha”. ¡Sin duda, aún hay cosas que mejorar!».

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