En 1990, lo único que quedaba del colectivo estaba debajo de las cenizas. Nueve años después, su fuerza era indiscutible. Pasó a ser un partido de ganadores.
En el capítulo 8 de su libro «El Panamá que construimos», el Dr. Ernesto Pérez Balladares narra con insólitos detalles la serie de circunstancias que se dieron para que el Partido Revolucionario Democrático reapareciera con fuerza en la escena nacional, luego de quedar sepultado con la Invasión norteamericana que puso fin a la era de Manuel Antonio Noriega.
El autor señala el 4 de enero de 1990 como el punto de partida de la odisea de resurrección del colectivo, considerado entonces el infame brazo político de la dictadura norieguista. Afirma además que en esta parte de la historia le acompañaron sus amigos Jorge Eduardo Ritter y Raúl Montenegro Diviazo:
«Ese día recibí en mi casa a una comitiva pequeña de altos funcionarios gringos, entre ellos el agregado político de la embajada de Estados Unidos en Panamá. Todos se habían ido a su país el 13 de diciembre para pasar vacaciones navideñas… ¿Y qué vinieron a hablar estos personajes a mi casa? Nada menos que de la posición del PRD frente a la invasión y el futuro del partido a corto plazo…
Nos plantearon que pidiéramos una Constituyente de manera que – si lográbamos el respaldo suficiente – sacáramos del poder a Endara y su gente. ¡Sí, así como lo leen! Ellos ya buscaban la manera de generar más inestabilidad política en el país y nos estaban viendo a nosotros cara de peones. Así que no les debió gustar mucho que Raúl, Ritter y yo nos negáramos de inmediato, argumentando que el pueblo lo había elegido por abrumadora mayoría y por lo tanto debía gobernar y cumplir su periodo…
Así fue como a los gringos les quedó muy, pero muy claro, que nuestra meta siempre fue y seguía siendo participar democráticamente en la vida política del país. Entonces, nos retaron a que asumiéramos de inmediato nuestro papel como partido de oposición. Nos preguntaron si nos atrevíamos a pedirle una reunión al presidente Endara. Dijimos al unísono que ¡sí! En ese punto de la conversación, el almuerzo había concluido y ellos se prepararon a retomar su camino».
Distensión
El Dr. Pérez Balladares cuenta que el círculo violento que reinaba en el país después de la Invasión fue la excusa que utilizaron para solicitar a Guillermo Endara una reunión en el Palacio de las Garzas. En ese momento, desde la clandestinidad, varios afectos a Noriega sembraban el terror detonando explosivos en lugares claves. Por otra parte, muchos copartidarios del PRD estaban detenidos sin ninguna justificación más que ser miembros del partido. Todos en Panamá temían que esa guerrilla urbana y la persecución política fuera el caldo de cultivo para un conflicto civil similar a los que acabaron con la paz en varios países centroamericanos.
El autor de «El Panamá que Construimos» no solo explica que fue bien recibido por el presidente Endara, sino que reconoce los aspectos vitales del acuerdo y las negociaciones que emprendieron la muy reducida dirigencia del PRD con el gobierno de Endara para detener la espiral de violencia. Una «titánica labor» que solo se comprende cuando se lee completa en esta autobiografía.
Resurrección
Según Pérez Balladares, fue en ese proceso de pacificación que comprendió que «aunque Omar ya tenía una década muerto, su doctrina cobraba gran vigencia en esta nueva etapa de la vida nacional«. Sin embargo, también tenía claro que:
«… sería bien cuesta arriba convencer a la militancia perredista de que el partido estaba en coma, con los pies más allá que acá, pero aún con signos vitales y por tanto era un crimen enterrarlo. Mientras existiera un soplo de vida, había esperanza y yo estaba dispuesto a agotar todos los recursos para revivirlo.
Luego de sacar a la mayoría de nuestros compañeros que habían ido a parar a la cárcel injustamente, en nuestro afán de volvernos a congregar, comenzamos a viajar al interior Mitchell Doens, Fito Duque, Gerardo González, Pachi Cárdenas y yo para contactar a algunos militantes. ¡Aquello era toda una aventura de clandestinidad! Para pasar desapercibidos nos movíamos en un carro muy modesto, en buen estado, pero bien básico. Luego, hacíamos lo imposible para llegar de noche, para evitar que la gente nos viera. Cuando eso ocurría, nunca faltaba alguien que llamaba a la policía para denunciarnos como si fuésemos maleantes o peligrosos guerrilleros. Muchos se enfrascaban en que tenían que arrestarnos o, en su defecto, exigían nuestra salida de la localidad. Les puedo jurar que cuando enfrentábamos este tipo de situaciones me venía a la cabeza la imagen de una hoguera recién apagada. Si quedaba alguna cosa debajo de las cenizas, ¡eso éramos nosotros!».
Nueve años después
El 8 de agosto de 1999 se desarrolló el VI Congreso Nacional del PRD, en el que los 3.450 delegados con los que en ese momento contaba el partido tenían la responsabilidad de renovar sus autoridades. Fue pues un evento en el que se despidieron de la cúpula partidista los miembros del CEN saliente: Gerardo González, presidente; Tomás Altamirano, vicepresidente; Ernesto Pérez Balladares, secretario general; Mitchell Doens, primer subsecretario; y Francisco Sánchez Cárdenas, segundo subsecretario.
Para esa fecha, el partido tenía más de 374 mil adherentes y había llevado a Pérez Balladares a la presidencia en las elecciones de 1994 con más 326 mil votos en una alianza con el bloque electoral Pueblo Unido. Si bien es cierto que esa fuerza política no fue capaz de lograr el triunfo del referéndum propuesto para la reelección presidencial, ni el éxito en las elecciones de 1999 de su candidato a la Presidencia de la República; sí logró poner una mayoría de diputados perredistas en la Asamblea Nacional.
Al dar su mensaje de despedida como secretario general, el Dr. Pérez Balladares recordó la odisea que enfrentaron para recuperar el partido a inicio de los años noventa. También puso sobre la mesa los nuevos retos del PRD, ahora como partido de oposición. Destacó la necesidad de mantenerse firme ante la posibilidad de que desconocieran la legitimidad del triunfo electoral de algunos compañeros perredistas en distintas posiciones; e incluso pidió mantenerse alertas ante el riesgo de que el nuevo gobierno tuviera la tentación de «acabar con la institucionalidad democrática de este país bajo lo supuesta convocatoria de asambleas legislativas constituyente que no están en nuestra Constitución». Quizá en ese momento recordó la sugerencia de Constituyente que le hizo la comitiva estadounidense aquel 4 de enero de 1990 para sacar del poder a Endara y su gente.
El presidente Ernesto Pérez Balladares señaló, con sincero orgullo, que el PRD es «un partido ganador». Aquí dejamos el vídeo completo de su alocución durante el VI Congreso Nacional del colectivo.