Si bien la invasión norteamericana había puesto fin a la tiranía del régimen de Noriega, la violencia propia de aquella acción y la serie de circunstancias que se derivaron a partir de allí casi hunden a Panamá en un terreno mucho más fangoso.
Las persecuciones políticas, la guerrilla urbana y las confrontaciones civiles, semejantes a las que ocurrían en la región centroamericana, prevalecían en el país en 1990. El panorama es descrito al detalle por el Dr. Ernesto Pérez Balladares en su libro «El Panamá que construimos» en el capítulo ocho, titulado «El Resurgir». Allí cuenta que, ansioso por encontrar una solución a esa situación, se acercó al presidente Guillermo Endara, quien no dudó en recibirlo:
«Si bien Endara era un hombre sencillo, bonachón y accesible, su rápida respuesta tuvo más que ver con la gran preocupación que en ese momento tenía ante una serie de acciones violentas que estaban ejecutando varios de los afectos de Noriega que habían logrado escabullirse de las detenciones. Esa gente tenía las suficientes armas, equipos y disposición para ametrallar fachadas de edificios, hacer explotar algunos dispositivos y aterrorizar a la gente con la posibilidad del fortalecimiento de una violenta guerrilla urbana. Así que al lúgubre panorama que te describí en torno a los primeros días de enero, se sumaba la angustia de posiblemente estar a las puertas de un conflicto civil similar a los que habían acabado con la paz de nuestros vecinos centroamericanos», explica.
Pacto por la paz
El Dr. Pérez Balladares asegura que en aquella reunión, que se realizó en el despacho presidencial con la asistencia del ministro de Planificación Guillermo “Billy” Ford, se comprometió a encontrar la forma de contactar a la gente de Noriega y convencerlos de que dejaran los asaltos y los tiroteos. Por su parte, el gobierno de Endara se comprometió a negociar la liberación de algunos presos políticos. Para eso, se hicieron una serie de desayunos en casa del Dr. Pérez Balladares con Joaquín Fernando Franco, miembro del Partido Liberal Auténtico; quien había sido el artífice de la postulación de Endara a la Presidencia de la República en 1988. En las negociaciones de excarcelación también participó Gerardo González, líder fundador del PRD, y en algunas oportunidades se sumaron Fito Duque, Francisco Sánchez Cárdenas, Mitchell Doens y otros del Comité Ejecutivo del partido.
En su libro, Pérez Balladares concluye que «Endara fue cumpliendo con las cosas que se pactaban y – a la vuelta de apenas cuatro meses – se logró una importante distensión de la situación que nos tenía en jaque a todos». Sin embargo, «al evaluar la situación legal de los miembros más pesados que aún estaban detenidos, sobrevino el estancamiento. Cada vez que Gerardo ponía sobre la mesa alguno de esos nombres, Joaquín salía con una negativa. En un punto determinado, abrió el juego y explicó las verdaderas razones por las que ya no lograríamos sacar a nadie más», explica.
1 de septiembre de 1994
Si le da curiosidad cuáles fueron esos motivos, sugerimos que lo lea directamente en «El Panamá que construimos». Lo importante ahora es señalar que, si bien no lograron liberar a todos los compañeros del PRD, sí le bajaron la temperatura al país y evitaron que se consolidara una especie de guerrilla urbana. «Obviamente, la disposición de Endara fue clave», asegura el autor.
Esta situación es el antecedente que explica por qué, al asumir el poder, el presidente Ernesto Pérez Balladares anunció una serie de indultos a cientos de personas que estaban presas por delitos de «notorio origen político». En su alocución, el mandatario hizo un llamado a la verdadera reconciliación nacional como punto de partida para iniciar una nueva etapa de prosperidad y oportunidades para todos. Su discurso, en el vídeo que dejamos a continuación.