“La gloria sigue a la virtud como si fuera su sombra.” Cicerón.
Por Ernesto Pérez Balladares
Corría el año 1974. El general Torrijos conforma un grupo de trabajo especial dedicado exclusivamente al asunto de una negociación que nos permitiera recuperar la soberanía en el área canalera. Nadie en Panamá, mucho menos en Estados Unidos, podía conocer de aquellas reuniones que se hacían prácticamente todos los días en el último piso del edificio ELEGE, ubicado en la calle donde estuvo la Caja de Ahorros, detrás de la casa de Roberto Durán.
Inicialmente aquel grupo casi que clandestino, al que llamábamos el “Núcleo del Canal”, estuvo conformado por Rómulo Escobar Bethancourt, el entonces vicepresidente de la República Arturo Sucre Pereira, Adolfo Ahumada, mi primo Nicolás González Revilla – que en esa época era el embajador de Panamá en los Estados Unidos – y Arístides Royo. Ellos empezaron a evaluar qué teníamos que hacer para que Estados Unidos tomara en serio nuestros reclamos en torno a esa franja territorial.
Y es que no lográbamos pasar de simples ejercicios diplomáticos que comenzaron a darse una década atrás, el 9 de enero de 1964, cuando pagamos con sangre nuestra justa exigencia de izar la bandera panameña en la Zona del Canal. Después que el entonces presidente Roberto Chiari expresara a su homólogo estadounidense Lyndon Johnson en una llamada confidencial nuestra gran insatisfacción, sobrevinieron una serie notas e intercambios de opiniones que formaron un expediente que terminó engavetado en el escritorio del sucesor de Chiari, el presidente Marcos Robles.
La tragedia del 9 de enero generó la solidaridad de importantes dirigentes dentro de Estados Unidos como Malcolm X – asesinado luego el 21 de febrero de 1965 – y Martin Luther King – quien también murió violentamente el 4 de abril de 1968. Sin embargo, eso no fue suficiente como para ganar una importante simpatía en aquel país o en Panamá para lograr un acuerdo justo. Por eso, el “Núcleo del Canal” llego a la conclusión de que teníamos que buscar los mecanismos para internacionalizar el tema; una idea que acogió con mucho entusiasmo el general Torrijos.
Aunque para 1974 Malcolm X y Martin Luther King ya no estaban en el escenario, teníamos que utilizar sus posiciones sobre la injusticia que se había dado en la Zona del Canal el 9 de enero de 1964 en esa estrategia diplomática y de comunicación que nos permitiera captar la atención de otros influyentes. ¡Imagínense semejante tarea en una época en la que no existía la Internet y mucho menos las redes sociales!
A pesar de las limitaciones, encontramos la manera de que otros dirigentes estadounidenses, como Stokely Carmichael, Andrew Young – quien justo para la firma de los Tratados Torrijos-Carter había sido designado embajador de Estados Unidos en la ONU – y la gran cantante de Jazz Nina Simone, se ocuparan de conocer lo que pasaba en Panamá. Y detrás de ellos se fueron uniendo otras figuras reconocidas, de la izquierda y de la derecha internacional, así como líderes políticos de toda Latinoamérica quienes convirtieron el tema de la soberanía de Panamá en una religión.
El grupo de negociadores panameños creció pronto con Nicolás Ardito Barletta, Edwin Fábrega, Arnoldo Cano, Omar Jaén, Flavio Velásquez, el coronel Armando Contreras, entre otros. También fui parte de esa historia, al ser incorporado al equipo de los “oídos de Torrijos”. Teníamos la responsabilidad de ponderar el impacto de lo que iba surgiendo en el largo proceso de conversaciones; que por cierto coincidió con la Guerra Fría, el conflicto con Cuba tras la Revolución de Fidel Castro, y – por si fuera poco – el momento en que en Estados Unidos se libraba un gran movimiento por las libertades civiles.
El intríngulis de esta historia no sólo estuvo en las grandes dificultades para ganar esta guerra, en la que nosotros fuimos un David frente a un Goliat. El intríngulis también está en descifrar si hubo alguna posible razón oculta detrás de la omisión de los méritos del general Torrijos por parte de Juan Carlos Varela durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
Si no hubo una intención solapada en esa actitud, entonces el profundo desconocimiento de nuestra historia está más allá de lo que todos pensamos. Puedo entender que alguien tenga dudas sobre si Malcolm X fue uno de nuestros primeros aliados dentro de Estados Unidos, impulsando una matriz de opinión favorable a los panameños, pues es parte del anecdotario que vive aún en la memoria de los que vivimos este largo proceso para llegar a la firma de los tratados el 7 de septiembre de 1977. Pero me resulta insólito que un presidente panameño no recuerde quién estuvo detrás de esta larga odisea.