Esta es la conclusión de James Aparicio, periodista panameño que en la década de 1990 hizo un intenso seguimiento del acontecer nacional, durante una entrevista que le hicimos en octubre de 2018 para conocer su visión sobre los hechos que marcaron el retorno de la democracia en Panamá tras la caída de Manuel Antonio Noriega.
Al final de este artículo está vídeo con un fragmento de esa conversación con el licenciado Aparicio, quien pone sobre la mesa las situaciones concretas que impulsaron el resurgir del PRD en el escenario político y el triunfo de su candidato presidencial Ernesto Pérez Balladares en las elecciones de mayo de 1994. El periodista también hace un balance sobre los retos que enfrentaron en su momento los presidentes Endara y Pérez Balladares. Para él, ambos fueron claves para sacar el país adelante.
Humillación
Entre los sucesos que destaca James Aparicio como puntos de inflexión para que el partido de Omar Torrijos renaciera de las cenizas fue el acto público que se dio en la Plaza Porras el 11 de junio de 1992 con el entonces presidente estadounidense George Bush, quien pretendió hablarle a los panameños sobre la consolidación de la democracia y un paquete de ayuda económica.
En su autobiografía El Panamá que Construimos, el Dr. Pérez Balladares recuerda el recibimiento que tuvo el mandatario extranjero: «¡Yanqui go home! ¡Bush asesino! Eso fue lo más decente que le gritaron… Este tinglado, que definitivamente nos ayudó en nuestra carrera para la reconquista de la militancia, surgió cuando a sus asesores se les ocurrió que sería buena idea que Bush hiciera una escala de seis horas en Panamá antes de llegar a la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro. Dicen que preocupados por el declive de sus votantes en plena campaña para reelección, vieron en esta visita una oportunidad para validar sus credenciales en política exterior. ¡Sinceramente, no sé cómo pudieron pensar que apenas dos años y medio después de la “Operación Causa Justa” su ejecutor sería bien recibido por todos los panameños!»
El autor narra que en a la Plaza Porras no solo acudieron los simpatizantes de Bush, sino también grupos de opositores como los integrantes del Comité de Rescate de la Soberanía; que a su vez lo conformaban unas 30 asociaciones civiles y partidos políticos, entre ellos la Asociación de Familiares de los Caídos del 20 de Diciembre. «Es decir, allí estaban las viudas y los huérfanos de la invasión, exmilitares, exmiembros de los Batallones de la Dignidad, funcionarios del Estado despedidos por el gobierno de Endara, gente de izquierda y muchos nacionalistas», dice Pérez Balladares.
Cuando llegaron los dos presidentes, Endara y Bush, comenzó al acto con un grupo de niños cantando la canción “Amigos”; mientras que los que estaban más próximos a la tarima ondeaban banderitas de Panamá y Estados Unidos. De ese tumulto le tiraron a Bush un clavel blanco, que él colocó en el bolsillo de su saco. Luego, salió a escena Mayín Correa, que por ese tiempo era la alcaldesa de la ciudad de Panamá, para hablarle al público. Apenas pronunció sus primeras palabras se escuchó un estruendo que provocaron los que se oponían al acto cuando rompieron las barreras de maderas que los separaban de los invitados especiales. La histeria colectiva se apoderó del lugar y el acto terminó con los antimotines disparando al aire y soltando gas lacrimógeno. El servicio secreto del presidente Bush lo sacó como pudo. Para minimizar el bochorno de este final, terminaron la visita con un acto público bajo el resguardo de la base militar de Albrook. Allí solo estuvieron sus compatriotas a quienes les dijo que “el día del dictador ha terminado en Panamá” y que apreciaban al pueblo panameño. “No permitiremos jamás que ningún grupo minúsculo de protestantes izquierdistas cambie nuestra opinión”, concluyó Bush.