El presente y el posible futuro se asienta sobre nuestras raíces. Con esta premisa, el gobierno del Dr. Ernesto Pérez Balladares impulsó la gestión patrimonial de Panamá la Vieja, con la Ley 30 del 6 de febrero de 1996; e incentivó la recuperación del Casco Antiguo, con el Decreto Ley 9 del 27 de agosto de 1997.
Los inicios de la capital panameña se remontan al 15 de agosto de 1519, día de Nuestra Señora de la Asunción, cuando Pedro Arias Dávila fundó la ciudad en un área que originalmente estuvo ocupada por una comunidad aborigen. Al reemplazar a Santa María la Antigua del Darién y Acla, se convirtió en la capital de Castilla del Oro recibiendo la denominación de la «Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Panamá» y su escudo de armas mediante la Real Cédula, conferida por Carlos I de España el 15 de septiembre de 1521.
Un detalle que suele pasar desapercibido es que «Nuestra Señora de la Asunción de Panamá» es el primer asentamiento europeo en la costa pacífica de América. El explorador y conquistador español Vasco Núñez de Balboa fue el líder de la expedición que encontró en 1513 una inmensa masa oceánica, a la que inicialmente llamaron Mar del Sur. Así que la fundación de una ciudad a las orillas de este océano recién descubierto era el paso elemental para fortalecer la política económica hispana durante la Colonia. Por eso, la ciudad de Panamá nació como el punto de partida de las expediciones que conquistaron el Imperio inca del Perú en 1532. En consecuencia, se convirtió pronto en escala de una de las más importantes rutas comerciales del continente americano, por donde pasaba la mayor parte del oro y la plata extraída de las minas que los españoles explotaban en la región.
Debacle
A pesar del valor histórico de esta área, tanto porque fue el asiento de indígenas con una antigüedad de 1.000 años como por albergar la primera fundación hispana en el Pacífico, para inicios de la década de 1990 sus terrenos se utilizaban para actividades que no le otorgaban su debida dignidad: jaulas para la cuarentena de animales, un centro de equitación, una piquera de buses, un bohío turístico, depósito de chatarra, restaurantes y hasta puestos de venta. Todo entremezclado con la maleza y ruinas en progresivo deterioro. ¿Cómo se llegó a esto?
El principio del fin de «Nuestra Señora de la Asunción de Panamá” ocurrió en enero de 1671 cuando quedó devastada tras el ataque del pirata inglés Henry Morgan. Entonces, la ciudad fue trasladada a unos diez kilómetros al suroeste. Sus pobladores reutilizaron mucho del material de las primeras construcciones para levantar las nuevas edificaciones. Con el tiempo, ese antiguo asentamiento fue olvidado y prácticamente tragado por la selva.
En 1912 el área fue reconocida como monumento público y en 1916 se establecieron los primeros linderos. Pero esto no impidió que sus tierras, incomunicadas del resto de la ciudad, fueran invadidas desde la década de 1940 por precaristas que construyeron sus casas aprovechando las piedras y paredes de las ruinas. Fue en este periodo que el Estado panameño entregó 16,2 Hectáreas (unas 16 manzanas) al noroeste de las ruinas a familias sin hogar y entonces surgió la comunidad de Panamá Viejo.
En 1950, el gobierno nacional construye la Vía Cincuentenario con la intención de que los panameños pudieran acceder y disfrutar del monumento. Pero la calle atravesaba el corazón de las ruinas y el paso de los vehículos fue deteriorando las estructuras. En los años subsiguientes, los límites del Conjunto fueron variando según las necesidades y la presión de las poblaciones por un espacio propio. Se crean así otras dos barriadas: Puente del Rey y Villa del Rey.
El tiempo avanzó y el Conjunto Histórico de Panamá La Vieja sufrió varios cambios e intervenciones no reguladas. Se llevaron adelante construcciones discordantes que no guardaban relación alguna con el sitio histórico. A pesar de este panorama, el área conservó casi intacta su riqueza arqueológica. A mediados de la década de 1970 se desarrolló una política patrimonial (Ley 91 de 1976) y la ciudad fue declarada Conjunto Monumental Histórico bajo protección gubernamental.
El presidente de visita
En 1995 el presidente Ernesto Pérez Balladares con su equipo de gobierno recorrió el sitio y quedó sorprendido con el basurero en que se había convertido. No solo se trataba de maleza sin cortar. Distintos ministerios amontonaban en depósitos improvisados todo tipo de material inservible. El Instituto Panameño de Turismo (IPAT) tenía fondos públicos para renovar las ruinas, pero el problema era que el parque histórico era administrado por el Instituto Nacional de Cultura (INAC) sin un plan de acción sobre la mesa.
El mandatario tomó cartas en el asunto. Primero, ordenó la destrucción de los almacenes y que se le diera uso al material guardado o se desechara. Su siguiente paso fue traspasar la gestión de las 28 Ha del Conjunto Histórico Monumental al Patronato Panamá Viejo. Con esta organización de régimen mixto, la sociedad civil y el gobierno nacional trabajarían en mancomunadamente para coordinar políticas de conservación; investigación arqueológica; promoción turística; educación; integración de la ciudadanía; así como uso del sitio en función de su recuperación y puesta en valor.
Si bien se suponía que la Ley 91 de diciembre de 1976 le daba protección como sitio arqueológico, el tiempo demostró que ésta no fue suficiente para evitar que se deteriorara por faltas de recursos. Por eso, el Dr. Pérez Balladares impulsó la Ley 30 del 6 de febrero de 1996 con la que, además de garantizar la asignación de fondos del Estado al Patronato Panamá Viejo, reguló el manejo y fiscalización de estos recursos. En el instrumento legal se establecen condiciones tan importantes como que la partida presupuestaria de cada año jamás puede ser inferior a la del periodo anterior; o la exención del pago de todo impuesto, contribución y gravamen nacional al Patronato. La administración Pérez Balladares tuvo claridad en que, para esta nueva etapa del sitio, la tarea fundamental de la institución mixta, más allá de conservar y restaurar nuestro patrimonio, sería asegurar el mantenimiento y transmisión de sus valores universales excepcionales.
De Panamá para el mundo
Siete años después de este rescate monumental, el Patronato consolidó el único proyecto arqueológico permanente en Panamá. Uno que trascendía de la simple contemplación del espacio a diversas formas de comunicar todo lo que culturalmente significa el Conjunto para la sociedad panameña y para la historia de la humanidad. En el sitio se puede visualizar cómo era la antigua ciudad, cómo se vivía en ella, y cómo se relacionaban las estructuras y actividades con el resto del planeta en aquellos tiempos de colonización.
Con esta peculiar ventana al pasado fue que el Patronato logró que en 2003 el sitio arqueológico fuera incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, como una extensión del Distrito Histórico de Panamá. Un trabajo en el que, además de los especialistas, se involucraron con eficacia diversos sectores públicos y privados. Por eso, suele ser citado como una experiencia exitosa de gestión patrimonial nacional y, probablemente, regional.
En la actualidad, Panamá Viejo es uno de los destinos turísticos más visitados en el país, superado sólo por el Canal de Panamá. Se consolidó, hasta el año 2010, como un centro de formación e investigación arqueológica especializadas.
El Casco Antiguo
«Para cuando asumí la Presidencia en 1994, el Casco Antiguo era un desastre. Si bien entre los setenta y los ochenta se habían ejecutado algunos planes de reurbanización pensando en el turismo y renovado algunas de sus plazas y monumentos, las acciones para su preservación se vieron totalmente paralizadas por la crisis política y económica al final del régimen de Noriega. Lo que medio mantenía el sitio eran algunos pequeños proyectos de renovación del sector privado. Pero eso no era suficiente para consagrar en el corto, mediano y largo plazo este espacio tan importante para nuestra historia», señala el Dr. Ernesto Pérez Balladares en su autobiografía El Panamá que construimos.
Su relato avanza con la circunstancia de que en 1997 este distrito histórico de la capital panameña fue decretado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Entonces, el Ejecutivo decidió dar una serie de incentivos fiscales y económicos a través del Decreto Ley 9 del 27 de agosto de 1997 para que el sector privado se involucrara de una forma decidida, formal y pujante a un verdadero proceso de recuperación. Aquella legislación también fue el punto de partida para que, al poco tiempo, se creara una oficina para la restauración del conjunto, lo que hoy se conoce como Oficina del Casco Antiguo (OCA). Entre otras cosas, esta entidad estableció las reglas del juego para las intervenciones, mejor conocido como el “Manual de Normas y Procedimientos Para la Restauración y Rehabilitación del Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá”. También diseñó un ambicioso plan maestro de gestión y recuperación que sirvió para atraer los recursos que llegaron durante el periodo de bonanza inmobiliaria propiciada por el turismo y el mercado internacional de jubilados.
Rescates monumentales
Durante el quinquenio 1994-1999 lo nuevo tuvo tanta importancia como lo viejo, porque para el presidente Pérez Balladares el presente y el posible futuro se asienta sobre nuestras raíces. Por eso su administración también se enfocó enérgicamente sobre las acciones necesarias para rescatar y preservar en el tiempo la esencia de nuestros orígenes; de esos espacios que, por su valor histórico, son sagrados e irremplazables.
Los edificios que albergan el Ministerio de Relaciones Interiores; el Museo Antropológico Reina Torres de Araúz, ubicado en la Plaza 5 de Mayo; la torre de la Catedral de San José y la residencia De Obaldía, sede del Museo Histórico y de Arte José De Obaldía, en la ciudad de David; así como el Museo de la Nacionalidad de la Villa de Los Santos y la Iglesia de Taboga también fueron declarados Monumentos Históricos con la Ley 37 del 22 de mayo de 1996.
El 15 de agosto de 2019, a propósito de 500° Aniversario de la Fundación de la Ciudad de Panamá, durante la sesión solemne del Consejo Municipal que se realizó en el atrio de la Catedral de Nuestra Señora Santa María, ubicado en el Conjunto Monumental Histórico de Panamá Viejo, el Dr. Ernesto Pérez Balladares fue declarado “Hijo Meritorio de la Ciudad” y recibió la Llave de la Ciudad. Clic aquí para leer la reseña del evento.